miércoles, 24 de agosto de 2016

Pensé que se detendría


Fui tan tonta que pensé que el verano detendría el tiempo. Contemplé la marea y la luna, salté la fogata y me bañé sobre el reflejo de la luna llena. Pensé que me merecía el descanso después del duro invierno y primavera que pasamos.
Volví a Madrid relajada y al poco la ilusión pintó mi rostro. Pude al fin quedar con Manuela y empezar a conocerla mejor. Brotaron sonrisas y miradas limpias, surgieron palabras y sentimientos y ella se convirtió en el sueño de mis noches.

Hice trampas a las madrugadas buscando su otra vida. Me empapé de la corta historia que conocía y naufragué en la imposibilidad del momento. Pero todo era tan cierto...

... que ahora cuando he vuelto a la realidad, cuando el médico ha sentenciado, he sentido la onda expansiva de la bomba que no vi caer. No. El tiempo no se ha detenido. Ha seguido avanzando y hoy nos han tirado a todos del tobillo para que pongamos los pies en el suelo. Hemos caído arrodillados y no nos atrevemos a movernos.

Mi hermano me ha recordado el poema de Dylan Thomas; "No entres suavemente en esa noche quieta". Somos una montaña rusa emocional, con mi sobrino a punto de nacer y presenciando el ocaso de mi madre sin que podamos hacer nada más que acompañarla.

Y no puedo dejar de sentirme profundamente agradecida a la Vida por haberme dado la oportunidad de pasar estos meses con ella. Por tener la oportunidad de acercarnos, de cuidarla, de poder hablar con ella como nunca hice, de haber podido encontrar ese lenguaje común.


Ingenua de mí, pensé que la Vida se detendría, se suspendería el tiempo en una tarde de verano. Y descubro una vez más que está muy por encima de mis deseos, que es mucho más grande que mi necesidad de que mi madre se quede con nosotros. Así que cierro los ojos, le agradezco una vez más este tiempo que nos está concediendo y me dejo... me dejo ser, me dejo llevar...

Buenas noches.

jueves, 18 de agosto de 2016

Al norte del viento del este


Hoy he descubierto que hay un faro junto al mar de esa tierra que nunca quisiste. De repente he sentido la necesidad de llegar hasta él. De que su luz me descubra tus huellas. O alumbre el camino que me pueda llevar hasta ti.

Me he apresurado a escribir a una amiga y me ha prometido que iremos.
Hace un otoño, estuvimos sin que yo lo supiera, a 3 kilómetros al sur del faro. Buscábamos cruzar las rocas donde las olas se resquebrajaban y llegar hasta la playa. Aspiré el olor a salitre y dejé que la espuma me empapara. No pudimos pasar hacia el otro lado. Corríamos el riesgo de caer sobre ese mar poco tranquilo.

Mi vida parece la historia de los faros que no pude tocar. Quizá si hubiera podido llegar hasta ellos no necesitaría cruzar tantos puentes. Quién sabe.

Cuando subí a visitarlo el acceso estaba cerrado por la obra de la remodelación que le hicieron


Paseando con la activista coqueta por el puerto de Santoña, se nos hizo tarde y no pude llegar a tocarlo.
























La carretera cortada. El acceso cerrado.... Pero pude bajar hasta la playa y encontrar un paraje tan hermoso que me dejó sin palabras.










Me encaramé a su muro Pude ver que allí vivía una familia. Me dio miedo saltar la pared encalada por si me veían los niños que jugaban a la pelota.

Volveré este otoño a esa playa donde sopla el viento del este. Acariciaré la marisma y contemplaré el vuelo de los charranes y las gaviotas. Vadearé las dunas y te soñaré con el pelo revuelto teñido de nubes.

El faro me espera. Y yo a ti.


Y  contemplar el atardecer desde el faro...


* todas las fotos han salido de Internet

lunes, 15 de agosto de 2016

El momento que no fue

 
Fragmento de una película. 
"¿Qué probabilidades teníamos de conocernos? ¿Una entre un millón? Una entre dos millones? En el mismo sitio y momento. Puede que nunca me hubieras visto. Nunca nos habríamos conocido. Es una señal. Creo en las señales"




Yo también creo en las señales. Pero por encima de todo creo en los momentos. En esas intersecciones espaciotemporales donde te encuentras o no, donde algo sucede o no, donde todas las circunstancias confluyen o se evaporan para no coincidir nunca.

Creo en el momento, mierda. 5 meses. O tal vez 2 años. Desde febrero intentando encontrarnos. Aunque he descubierto que hace 2 años ya te había mirado. Da igual. Da igual que aquel viernes de febrero le hablara de ti a Alondra mientras esperábamos un tren que se retrasaba por la nieve. O que guarde en mi casa desde hace más de un año unos huesos que te pertenecen. Llevan tu nombre.

Estos días juntas han sido muy lindos. Poder conocerte un poco más, saber qué hay más allá de la piel. Descubrir tus despistes, tu mirada sorprendida, tu acento de todos los lugares. Y las nubes sobre ti. Siento que nuestras miradas reposaban en la otra. Yo sonreía mientras encontraba tu bondad. Tú... quién sabe lo que pensabas.

Sigo esperando que las líneas confluyan aún cuando te has ido lejos. Cada día me levanto con las ganas de saberte feliz y tranquila y con el deseo de que en algún momento pase por tu memoria. Ha desaparecido esa sensación que tengo a veces, de que es imposible que no terminemos juntas. No es que tenga dudas, es simplemente que esa sensación tan física ya no está, como tú. Sé que los caminos corren paralelos, que ahora es tu momento de mirarte por dentro, de estar contigo misma, de relajarte bajo el sol y llenarte de energía. Y mientras haces todo esto, quiero estar cerca, posarme sobre ti sin rozarte apenas. Quiero darte sombra y paz, quiero ser simplemente compañía y sonrisas. Hasta que llegue el momento.


martes, 9 de agosto de 2016

Un día cualquiera

Tenía planeado levantarme hoy tarde... bueno, sobre las 10:00 que para mí eso es tarde. Desperezarme tranquilamente, sentarme a desayunar mi zanahoria cruda de cada día y mirar en el ordenador el periódico. Pasar a ver a los gatos de mi vecina que está de vacaciones. Después, escribir algún post con mis últimas ideas o batallitas... pero lo he tenido que adelantar un poco porque, después de dos meses esperando, el obrero me llamó ayer para decirme que hoy, al fin me cambian la ventana de la cocina.
Y como todo se junta, después de tres meses sin aparecer, la regla se estuvo anunciando ayer, con lo que intuyo que hoy será su día grande.

También había pensado ir a cenar con unos amigos a un sitio que me han recomendado. Pero al llamar ayer, la dueña me dijo que con las fiestas y que se van de vacaciones, no tienen toda la carta. Puso tanto énfasis que le tuve que preguntar si realmente no quería que fuéramos a cenar... miedo me da. A saber cómo sale.

La vida empieza un día cualquiera. Puede ser un martes, como hoy, o un miércoles como hace taitantos años.... cuando el cuerpo de mi madre decidió ponerse de parto de un vez, con unos 15-18 días de retraso. Y llegué menuda, con falta de peso. Tan frágil que me tuvieron que sacar de Madrid a toda leche, para evitar que con el calor corriera riesgo de morir. Me llevaron a Galicia, con la familia materna. Y estoy convencida de que mi acento gallego, ese que aparece de vez en cuando, viene de ahí, de lo que aprendí con siete días escasos.Mi acento, mi gusto por lo celta, mi necesidad de ver verde, ese "soy de agua" que siento dentro...

La vida empieza cada día. Ya veis, comienza hoy estrenando ventan. Empieza hoy mismo, con esa cena en la que faltarás tú, si no venzo el miedo a llamarte y decirte... "Ven. Te echo de menos".

Llego hasta aquí con el bagaje de todo lo aprendido, de todos los errores que he cometido y con cada experiencia y sentimiento. Llego mucho más tranquila, muy en paz con algunos aspectos que siempre me habían ensombrecido. Con ganas, con ilusiones y sonrisas. Y con el firma propósito de no olvidar que la vida empieza un día cualquiera.



domingo, 7 de agosto de 2016

Cerca de mis orillas

Son días tranquilos. Intento terminar proyectos para redecorar el Rincón del Arco Iris, para mejorar este espacio que es tan mío como de las peluditas con las que lo comparto. Y habrá mejoras para ellas y para mí.

Días tranquilos de paseos, charlas, exposiciones, cañas (quién me iba a decir) y muchas sonrisas. Me descubro sonriendo a cada momento. Y aunque no hay motivos muy concretos me dejo... me dejo sonreír porque sé que me hace bien.



Tal vez sonría tanto porque mirarte me obliga a contemplar las nubes. Quizá porque la tranquilidad es un sustantivo que estreno. O simplemente porque de repente soy yo, sin necesidad de impostar, de fingir, de recrear... soy yo sin miedos... no tengo nada que perder.

Te siento cercana a mis orillas. Te voy abriendo hueco, dejo que te poses y que contemples mis puntos cardinales. Esta vez no hay huracanes, tan sólo una suave brisa que desvela cicatrices. Marcas en la piel que aún no sé si te asustan.  Y mientras llegas, mientras coges mi mano en esos gestos casuales, se acrecenta dentro de mí esta sensación de que es imposible que no terminemos juntas. Como si todo el Universo desembocara en una única dirección y cualquier calle confluyera al oeste de mi sueño.

No quiero perderme en la quimera. Simplemente es que hay una parte de mí que adivina ya tu bondad y otra, mira tu ausencia desde lejos, siempre a través de algún cristal. Silencios y palabras se alternan y adornan mis sonrisas mientras le apuesto a la vida a que nuestro plural no puede ser sino hermoso.




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